Una de clásicos

Me gustaría echar una breve ojeada a algunas de las leyendas urbanas y cibertrolas clásicas que tuvieron un auge impresionante a finales del siglo XX. Aparecieron en un momento en el que Internet comenzaba y en el que todavía poseíamos la suficiente ingenuidad como para creernos todo lo que nos llegaba por la Red.
Frases como "lo he visto en Internet" bastaban para dar legitimidad al rumor más descabellado o a la sandez más desmesurada.
A continuación relaciono algunas de las que más impactaron, en orden cronológico:
  • Las calcomanías, en especial las que mostraban dibujos de Disney, tenían LSD disuelto en el papel y se suponía que los niños al lamerlas podían acabar drogados. Este rumor fue ampliamente difundido en forma de fotocopias en guarderías y colegios. Reaparecía de forma cíclica cada inicio de curso, aunque en los últimos años ha perdido intensidad.
  • Las alcantarillas de New York estaban llenas de enormes cocodrilos que habían crecido allí después de que sus dueños se deshicieran de las crías de reptil tirándolas por el inodoro. Esta leyenda ha tenido incluso secuelas en forma de película.
  • El robo de riñones a turistas. Esta leyenda, con muchas variantes, contaba la aventura de un hombre que después de un encuentro sexual en algún país del extranjero se despertaba a la mañana siguiente dentro de una bañera, con una cicatriz en su costado y con un riñón menos, extraído por alguna mafia de tráfico de órganos.

  • La explosión de la silicona de un pecho de alguna famosa mientras viajaba en avión: esta leyenda tuvo una gran difusión internacional. En concreto, en España, la protagonista de esta leyenda era Ana Obregón. En Italia, sin embargo, se adjudicaba la historia a Brigitte Nielsen.




  • Ricky Martin y la mermelada, o cualquier otra sustancia untable. Contaba esta ciberleyenda, que tuvo una tremenda difusión mediática (radio, televisión e internet), el papelón del artista que era testigo desde un armario de cómo una fan a la que había ido a sorprender se embadurnaba de mermelada o foie gras para que su perro le hiciera un cunilingus. Hubo, incluso, personas que aseguraban haber visto el programa Sorpresa, sorpresa, en aquella época en horas bajas de audiencia.

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